lunes, 21 de abril de 2008

Tu pelo es una mano

Tu pelo es una mano muda y ciega
contra la puerta de mi afán despierto.
El viento - sátiro - se agita inquieto
y tú te me abres solícita, pronta.

Se despiertan mis manos perezosas,
el anhelo en sazón te reconoce;
despierta cada poro, cada fruta,
y surges toda tú transfigurada.

Tus manos buscan mi estatura exacta
a la altura de ti predestinada.
Ya no somos tú y yo. Somos misterio,

somos susurro y cascada violenta,
abrazo inmenso de lunas y peces
a la hora en punto del estar sin tiempo.

martes, 15 de abril de 2008

Tres mil miradas

Hace poquito, muy poquito, era aventurado pensar que alguien se detendría un momentito sobre algún poemilla de los que irían viendo la luz. Bueno, ha habido tres mil, se acabó la incertidumbre. Sí, ya sé, eso no quiere decir que todas las personas que han pasado por la senda se han detenido al llegar a este paraje. Muchas habrán entrado sin querer, buscando otros asuntos. Entre las que se han detenido, muchas habrán salido huyendo a los pocos instantes. Ha habido algunas, sin embargo, que han dejado constancia de su paso. Me doy por satisfecho.
Constato que no he cumplido a rajatabla mi propósito inicial de poner un poema por semana, pero casi. Intentaré seguir cumpliendo, no sé hasta cuándo. Un saludo de caminante por la palabra, saludo abierto a quien quiera recibirlo.

domingo, 13 de abril de 2008

Si al fin un día con tu andar incierto

Si al fin un día con tu andar incierto
tu paso encaja en mi huella o mi muerte
será mañana despertar de alondras
de pecho tibio, palpitar ardiente.

Y si, quizás, tras tanto vuelo inútil
rozas el ala más ligera y frágil,
será el ayer eternamente eterno
de sueño y risa, tempestad, silencio.

Mas si la noche nos invade lejos
buscando aún el talismán tan nuestro
y tan ajeno a la frontera, al grito,

sólo un presente temeroso y breve
cubrirá nuestro lecho de palabras
y el viento frío barrerá los besos.

(FINALES 1988)

domingo, 6 de abril de 2008

La hora de la verdad

Y si, herido, el mar se excediera
exactamente en luna llena y viernes,
en el comienzo de esta primavera,
llegaría a anegar tanto baldío...
Cobraría palmo a palmo, imperturbable,
campos sembrados de subvención yerma,
campos desnudos de árboles ausentes,
verdes viciosos alfombrando arenas.
Después reclamaría otros dominios...
Rascacielos erguidos de arrogancia,
plazas renqueantes de silla y muleta,
jaurías sobre ruedas, sobre ruido,
hornos vacíos de pan y de quimeras.
Y, ya las cinco en punto, llamaría
uno a uno hacia el punto de partida
líquido y tibio para la memoria,
quizá frío y mortal para la vida.