Soñarte tan de perfil
que tiembla el horizonte, carcelero
de agravios y de suspiros,
y afila la pupila el dedo inmenso.
Pintarte, palidecerte,
recrearte de la sombra al desencanto.
Tentarte tan levemente
que se funda en claroscuro tu armazón.
Vivirte desmemoriado
a puro abrazo de temblor y fuego;
ascensión al infinito.
Morirte de recordarte, de hacerte
estar sin ser, diluirte,
todo blanco, blanco, blanco...
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No me queda esta noche de la dicha
ni el lado oculto. La esperanza en fuga
y tu seno pendiente de una estrella.
¡Largo silencio en el trotar del alma!
No le queda resquicio a la ternura,
labio al amor, ni al corazón secreto;
ni qué das ni qué doy ni quedan sueños.
¡Denso vacío por la vena abajo!
No tengo ya de ti ni los silencios
de ayer. Los gritos del reloj en vela
marcan el ritmo del adiós perenne.
Y bajo hasta la suela, me arrodillo
fervoroso del noser omnipotente
¡Inmensa sombra con mi forma impresa!
(22 DE OCTUBRE DE 1985
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