viernes, 30 de marzo de 2007

Te he visto poseída

Te he visto poseída del labio hasta la planta
inmersa en el misterio de un constante fluir
azul, verdeazulado, sereno, indefinible,
inmenso, irreversible, sin principio ni fin.

El invencible ardor del flamante mediodía
pone brillo y deseo en tu piel inexperta;
te levantas airosa, recoges el pelo,
y te entregas dichosa en los brazos inmensos.

Ajetreo de remos, de velas y espuma,
armonía total en la cima del gozo,
toda tú confundida, radiante, amarilla.

Es la hora del ansia, del uno, de la dicha,
momento de la entrega confiada, feliz,
esencial dinamismo del centro de la vida.
(JUNIO - 1984)

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