sábado, 17 de febrero de 2007

El silencio me muerde la memoria

El silencio me muerde la memoria,
y las hojas de agenda amarillentas
difuminan orgullos, horas, fechas,
para otro caminar, al fin, errado.

Y queda siempre el mar. Me queda el sueño
del eterno final recomenzado.
La madre nube con la entraña abierta
gime y se estira en traicionado empeño.

Quedarse es navegar, seguir el rastro
de las hojas teñidas, polvorientas,
de la cima a la nada negra y verde.

Confundirse en la espuma hasta perderse
en la resaca vital, punto de fuga
del camino, la memoria, ¡pesadilla!

Comienza a amanecer en las estrellas
abrumadas por tanta lejanía...
Tímidas, como flores prisioneras,
asoman sus pupilas las farolas.

Los ojos de la historia en cada estatua
regresan al silencio de la piedra.
alocada ciudad del rojo al verde,
gigante tobogán del negro al blanco.

Comienza a anochecer en la esperanza
de verte al fin sobrecoger la escena
a puro golpe de caricia y beso.

Los mil ojos de la historia están cerrados,
nadie ya puede ver. Yo te contemplo:
eres piedra también hecha presente.

(SEPTIEMBRE - 1987)


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